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domingo, 20 de noviembre de 2016

D. Juan de Austria




D. Juan de Austria. Anonimo. Museo del Prado



Todo es confuso en el nacimiento de este personaje. La mayoría de sus biógrafos coinciden en afirmar que se produjo en Ratisbona y durante el mes de febrero. Respecto al año vuelven a surgir las dudas : 1545 para algunos y 1547 para otros. De lo que no hay duda, puesto que el mismo Emperador lo reconoció, es de que era hijo de Carlos V pero, ¿ quién era la madre?. A día de hoy los historiadores aseguran que se trataba de Bárbara Blomberg, una hermosa mujer a la que la mayoría describen como perteneciente a la alta burguesía de Ratisbona, aunque el hispanista Bennassar considera que no se trataba más que de una ramera muy bella y con grandes dotes para el canto. 

Está documentado que a Bárbara se la casó con Jerôme Pyramus Kegel ( tal vez por ello se conocía al hijo del Emperador como Jeromín) y que fruto de ese matrimonio tuvo dos hijos y también que cuando quedó viuda, pocos años después, empezaría a recibir una pensión primero del Emperador y a la muerte de éste de Felipe II. 

Corría el año 1550 cuando Carlos V decide que es hora de ocuparse de su hijo. Su mayordomo mayor es enviado para firmar un acuerdo con D. Francisco Massy, un músico de la Corte flamenca cuya esposa era española y se decide que ambos, previó pago de 50 ducados, se encargarán del cuidado de Jeromín en la localidad de Leganés. 

Cuatro años después, y tras la muerte del músico, D. Carlos encarga el cuidado de su hijo a Dª Magdalena de Ulloa, esposa de su consejero D. Luis de Quijada y el pequeño Jeromín se traslada al Castillo de Villagarcía de Campos, residencia de sus nuevos cuidadores. 

Carlos V. Tiziano. Museo del Prado


Pocos años después y encontrándose ya el Emperador en Yuste da ordenes a D. Luis de Quijada y a su esposa para que se trasladen junto a Jeromín a la localidad de Cuacos de Yuste, pues deseaba tener más cerca a su hijo. Carlos V moría en septiembre de 1558 pero, previamente a su abdicación, había redactado un codicilo a su testamento en el que reconocía ser el padre de Jeromín. 

Felipe II se encontró pues con un hermano y con la obligación moral de dar cumplimiento al testamento de su padre: reconoció a Jeromín como perteneciente a la familia del Rey - no a la Familia Real y por lo tanto no se le otorgaba el título de alteza sino el de excelencia -, cambió su nombre por el de Juan, le otorgó Casa propia y le asignó 15.000 ducados para su mantenimiento. También se ocupó Felipe de completar su educación y fue enviado a la universidad de Alcalá de Henares junto a dos de sus sobrinos: D. Carlos y Alejandro Farnesio. 

D. Juan era rubio, de ojos azules y muy guapo por lo que no le faltaron pues las amantes desde muy temprana edad y ya en aquellos años tuvo relaciones con una dama llamada María de Mendoza con la que tuvo a su primera hija : Ana. Después y dado su carácter conquistador, vendrían otros. 

El carácter y las inclinaciones de D. Juan convencieron a su hermano Felipe de que debía ser empleado como hombre de Estado y como guerrero y por tanto autorizó a su medio hermano a asistir a los Consejos de Estado.

Las relaciones entre D.Felipe y D.Juan pasaron por diferentes etapas. En un primer momento D. Felipe tendría una actitud paternalista hacia D. Juan , lo que originaría que en éste se desarrollara una actitud de respeto al hermano mayor que había venido a sustituir a un padre que nunca ejerció como tal. Con el paso de los años las relaciones se irían deteriorando; el carácter impulsivo y rebelde de D. Juan y la desconfianza y encorsetamiento moral de D. Felipe unido a la influencia de algunos personajes que mediatizarían en la relación fraternal en pro de sus intereses, irían creando un abismo entre los dos hermanos.

Felipe II. Tiziano. Museo del Prado


La mayoría de los biógrafos coinciden en afirmar que D. Juan era un gran guerrero, pero lo cierto es que siempre tuvo a su lado un Consejo militar del que formaban parte los mejores militares y que, aunque él ostentara la titularidad, era el Consejo quien ponía en marcha las operaciones y quien frenaba la temeridad de D. Juan impidiéndole malgastar tropas y dinero. 

Así ocurrió en la batalla de las Alpujarras y también cuando capitaneó La Liga Santa y la batalla de Lepanto en donde se encontró rodeado y asesorado por los mejores militares de su época. Son muchos los historiadores que consideran que el genio militar atribuido a D. Juan lo era en realidad de sus asesores. Dice Marañón que: " D. Juan no era sin duda un genio de la política ni de la táctica guerrera "… y a esto el historiador Bennassar añade "la fama de don Juan, la admiración que le dedicaron sus coetáneos fue un fenómeno repentino, súbito resultado de una hazaña única: la victoria de Lepanto …". El éxito de Lepanto, propio o no, enardeció la ambición de D. Juan, que no solo se atrevió a solicitar el titulo de Alteza - aunque sistemáticamente le era negado - sino que también llegó a desear un reino propio. 

La relación entre el rey Felipe y su hermano estaba prácticamente rota en los inicios de 1574 y en esta ruptura no fueron ajenas las intrigas y confabulaciones de Juan Pérez, secretario real, y Juan Escobedo, secretario de D. Juan. 

Ya en 1576 D. Juan recibe la orden de abandonar Italia y dirigirse a los Países Bajos con el nombramiento de Gobernador de los mismos. No agradaría a D. Juan este destino que se encontraba en plena rebelión protestante. A su llegada los tercios españoles llevaban meses sin cobrar sus pagas, y cansados de esperar organizaron el "saqueo de Amberes", como consecuencia de ello la situación llegaría a su punto más álgido. No obstante, D. Juan, consigue apaciguar la rebelión y, a principios de 1577 se firma el Edicto Perpetuo en él que se reconocerían las libertades flamencas a cambio del reconocimiento de la soberanía española y de la restauración de la fe católica en el país.


Batalla de Lepanto. Valdés Leal. Iglesia de la Magdalena. Sevilla


En verano de ese mismo año D. Juan decidiría atacar la plaza de Namur. La entrada de las tropas españolas en la capital de Valonia provocaría que en los primeros meses de 1578 Inglaterra se involucrase en el problema flamenco mediante el envío de dinero a los rebeldes. Con el apoyo de la Reina Isabel, los Estados Generales depusieron a D. Juan acusándole de romper la paz. 

A partir de ese momento la vida de D. Juan se desarrollaría en el infierno. El asesinato de su secretario particular, Juan Escobedo, en Madrid le llevaría a la paranoia, empezaría a pensar que existía una conspiración contra él y que sería la próxima víctima. El temor a ser asesinado le llevaría incluso a sustituir a su guardia personal por mercenarios alemanes. 

Durante el estío se encontraba agotado y desanimado y en la segunda quincena de septiembre sufrió unas fiebres que lo dejaron postrado. Considerando que los aires del campo le vendrían bien y deseando mejorar su salud pidió ser trasladado a las afueras de Namur, a un campamento en cuyo palomar, una vez acondicionado, se le instaló.

Extenuado por la fiebre, los vómitos y los dolores que, de tanto en tanto, sacudían su maltrecho cuerpo, murió, según parece, el 1 de octubre de 1578. Tenía 33 años.

No acabaron aquí las incógnitas sobre la figura de D. Juan de Austria y la causa de su muerte sembraría también dudas. Se llegaría a pensar en un envenenamiento ( eso apuntan Porteño y Vander Hammen), en la mala praxis de quienes le trataron de una almorrana que sufría, como dejó escrito el que fuera su cirujano de Cámara Dionisio Daza Chacón, y también se habló de una enfermedad venérea. Por último se apuntó como causa del óbito al tifus exantemático y ésta es la patología que parece acercarse más a la realidad.

Tras la muerte su cuerpo sería trasladado, con todos los honores que correspondían a un hermano del Rey, hasta la catedral de Namur donde recibiría sepultura. A los cinco meses de estos hechos su Majestad D. Felipe II decidiría trasladar los restos de D. Juan a España y con tal propósito el cuerpo de D. Juan sería descuartizado y trasladado en secreto hasta El Escorial. Allí se le rindieron honores y se le dio nueva sepultura. Allí descansa, junto al resto de Infantes de la Monarquía.


jueves, 10 de noviembre de 2016

Eduardo II de Inglaterra ( II )








En 1325 estallaría una disputa territorial entre Eduardo II y Carlos IV, rey de Francia y hermano de Isabel. La Reina se ofreció a ser la mediadora entre su hermano y su esposo y partió hacia Francia. Allí, además de reencontrarse con su hermano, se encontraría también con Roger Mortimer y en este ambiente distendido y más amable que el de Inglaterra y mientras se estudiaban las condiciones del tratado de paz, ambos se convertirían en amantes. Roger era joven, valiente, galán, persuasivo y con pocos escrúpulos.

La relación entre la Reina y Mortimer se convirtió en un secreto a voces tanto en Francia como en Inglaterra. El tratado ya estaba redactado y firmado por el Monarca francés y por la Reina inglesa pero se exigía que el propio Rey o el Príncipe de Gales en su defecto, acudieran a París para ratificarlo. Esto suponía un dilema para Eduardo. Si era él quien acudía a Francia los nobles podrían aprovechar su ausencia para vengarse de su querido Despenser y si enviaba a su hijo, Isabel y su amante lo utilizarían en su contra. Finalmente, pudo más el amor a Despenser y fue el Príncipe de Gales, de tan solo 13 años, quien partió hacia Francia.

Como Eduardo temía ni la Reina Isabel ni su hijo regresaron a Inglaterra de inmediato. Permanecieron en Francia, donde se reunieron con los nobles ingleses que habían sido obligados a exiliarse por culpa de los Despenser y allí se iniciaría una conspiración para derrocar a Eduardo. El Rey que temía una agresión contra su poder, montó en cólera y escribió a Carlos IV conminándole para que obligara a su hermana a regresar a su Reino, pero el francés contestó que Isabel había ido voluntariamente a Francia y que podía marcharse cuando quisiera o quedarse si así lo deseaba.


La Reina Isabel y Roger Mortimer junto a su ejercito


La situación se volvía insostenible, la libertad de Isabel significaba la deshonra de Eduardo II ante Europa. No deseaba Isabel comprometer por más tiempo a su hermano y en el verano de 1326 ella, Mortimer y su hijo Eduardo abandonarían París camino de Holanda pasando por la Corte de Guillermo, conde de Henao, y uno de los nobles más poderosos de aquellas tierras, y es allí donde se produce la mejor jugada de Isabel en contra de su esposo. A cambio del compromiso de su hijo Eduardo, heredero al trono inglés, con Filipa, la hija de Guillermo, el conde les proporcionaría un ejército y les ayudaría a invadir Inglaterra.

Isabel desembarca en Suffolk y, según nos cuenta el historiador Lingard, la Reina es recibida como "La libertadora del país". Muchos nobles se  unen a su causa. El despotismo con que los Despenser los habían tratado haría que se posicionaran al lado de su Reina. Eduardo II no encontraba apoyos y era incapaz de formar un ejercito. No le queda otra salida que huir de Londres y la Reina Isabel entraría en la ciudad sin ninguna dificultad.

En su discurso, al tomar posesión de la capital del Reino, Isabel asegura que va a liberar al pueblo de los Despenser y de todos sus saqueadores. Los ciudadanos, embravecidos, empezarán por linchar al tesorero real entregándole a la Reina su cabeza. El rencor contra los que fueron partidarios de los Despenser se adueñó de las gentes y los disturbios continuaron por toda la ciudad: se mataba, se saqueaba, se violaba y se tomaba la venganza como si fuera justicia.

Llegada de Isabel a Inglaterra


Isabel y Mortimer dejaron Londres sumida en el caos y se dirigieron a Bristol, allí capturaron a Despenser "el viejo", el padre del amante del Rey. Al día siguiente de su captura fue juzgado y condenado a morir decapitado. La condena se cumplió de inmediato.

Mientras tanto Eduardo y su amante habían huido a Gales con la esperanza de encontrar apoyo entre sus gentes pero, todo el mundo odiaba a los Despenser y la ayuda esperada no se hizo efectiva. Fue precisamente Enrique de Lancaster, hermano del decapitado Thomas, el que capturó a Eduardo y a su amante. Hugo Despenser fue enviado a Hereford, donde se encontraban la Reina y Mortimer y el propio Enrique acompañó al Rey hasta Kenilworth.

Intentó Despenser suicidarse pues sabía que lo que le esperaba era peor que la muerte pero, no lo consiguió. En "Las crónicas de los Reyes de Inglaterra" del historiador Froissart (1373 - 1404) se describe el horror de su ejecución: fue arrastrado por cuatro caballos hasta el cadalso, allí se le ató a una escalera a quince metros de altura para que todo el proceso pudiera ser visto por la multitud, una gran pira ardía a su lado. Se le cortó el pene y los testículos y se echaron al fuego, después el verdugo abrió su vientre y fue sacando las vísceras y arrojándolas a la pira mientras intentaba mantener con vida y despierto al reo, finalmente se le sacó el corazón. Su cuerpo fue dividido en cuatro trozos y su cabeza fue colocada en una pica a las puertas de Londres. Según los cronistas la Reina presenció la ejecución.


Ejecución de Hugo Despenser


Isabel y Mortimer no quisieron ejecutar al Rey. Sabían que, aunque pocos, algún partidario tenía Eduardo y además era posible que su hijo, el futuro Eduardo III, no perdonara tal acción. Así pues, se condenó a Eduardo a ser encerrado de por vida y se instó al Parlamento para que el Rey fuera destituido pero, había otras cuestiones de índole legal que era preciso solucionar. Para que el Príncipe de Gales pudiera ser coronado estando vivo el Rey, era necesario que éste abdicara en su hijo. Se envió una delegación encabezada por el Arzobispo de Canterbury, para convencer al Monarca de la necesidad de su abdicación. Tras leerle la larga lista de errores que había cometido en su vida, Eduardo firmó.

Inglaterra ya tenía nuevo Rey, el Principe fue coronado como Eduardo III en junio de 1327 pero era demasiado joven, tan solo 14 años, por lo que la Reina y Roger Mortimer se ocuparon de la Regencia. Isabel y su amante habían conseguido ya lo que siempre desearon: el poder supremo pero, no estaban tranquilos, la sombra de un Eduardo vivo se cernía sobre ellos.

Eduardo se encontraba preso en el castillo de Berkeley. En la noche del 21 de septiembre unos espeluznantes gritos despertaron a los ocupantes del mismo pero, los gritos cesaron súbitamente y todo el mundo volvió a conciliar el sueño. A la mañana siguiente los moradores del castillo y los habitantes de los alrededores fueron invitados a contemplar el cadáver de Eduardo que yacía frío y con su rostro horriblemente desfigurado, expresando una horrible agonía. 


Castillo de Berkeley

Según algunos historiadores la muerte de Eduardo fue ejecutada por sus carceleros tras recibir una nota en latín - que lo decía todo pero que no comprometía a nada - de la Reina. Fue ésta y su amante Mortimer quienes idearon un asesinato perfecto en el que no quedaran huellas manifiestas en el cadáver. Los carceleros perforaron el cuerno de un buey, se lo introdujeron por el ano y a través de él lo empalaron con un hierro candente. De esta forma no quedarían quemaduras visibles en el cadáver. Otros historiadores han desmentido por completo esta historia y concluyen que murió asfixiado e incluso hay otros que aseguran que Eduardo logró huir y busco refugio en Milán. 

Su muerte sigue siendo un misterio y en aquel momento a nadie se culpó por ella. Fue enterrado en la Catedral de Gloucester

viernes, 4 de noviembre de 2016

Eduardo II de Inglaterra ( I )











Gales acababa de ser conquistado por Eduardo I de Inglaterra y fue en tierras galesas, concretamente en el Castillo de Caernarfon, donde su esposa Leonor de Castilla daría a luz, el 25 de abril de 1284, al que sería el último de sus hijos, el futuro Eduardo II, quien como consecuencia de las prematuras muertes de los hermanos varones que le precedieron acabaría siendo el heredero al trono. 

Fue el primer príncipe al que se le impuso el título de Principe de Gales como heredero de la Corona, y según la leyenda su padre, Eduardo I, había prometido a los nobles galeses cuando conquistó Gales que les daría un príncipe que no hablara inglés. Cuando les presentó al pequeño recién nacido, todo el mundo pudo comprobar que, efectivamente, no hablaba esa lengua….ni ninguna otra. 

Castillo de Caernarfon

Como era lógico en los convulsos tiempos que corrían, donde todo Reino debía ser defendido con las armas, Eduardo I intentó instruir a su hijo en las artes militares pero, el pequeño era más amante del refinamiento y de los entretenimientos frívolos que de los bélicos, provocando la preocupación y la indignación de su padre. 

Cuando contaba 14 años conoció a un caballero, Piers Gaveston, que se convirtió en su inseparable amigo y también en su primer amor. Enterado el Rey de la "gran amistad" de ambos jóvenes y preocupado por la orientación sexual de su hijo, mandó desterrar a Gaveston exigiendo al Príncipe la promesa de que jamás volverían a verse. Poco duró el destierro y la promesa del príncipe, ya que, el Rey moriría tres meses más tarde y una de las primeras medidas que adoptó el ya coronado Eduardo II fue traer de vuelta a su amante y otorgarle un inmenso poder en la Corte y el titulo de conde de Cornwalles, lo que despertaría las iras y la envidia de los nobles. No empezaba bien su andadura el nuevo Rey. 

Eduardo tenía claro que los reyes debían casarse y buscar la descendencia apropiada si querían conservar el trono y se dispuso a cumplir con su deber casándose con Isabel, hija de Felipe IV de Francia y, a decir de los cronistas de la época, enormemente bella. Con los años los ingleses le darían el sobrenombre de "La Loba de Francia". La belleza de Isabel no parece que impresionara mucho a Eduardo quien en la misma fiesta de Coronación de la nueva Reina se dedicó a departir y a lisonjear a su amante más que a su flamante esposa, haciéndole objeto de las expresiones de cariño que debiera haberle dedicado a ella. No obstante, Eduardo cumplió con sus deberes y, según parece, con acierto ya que los esposos engendraron cuatro hijos. 


Eduardo II y Piers Gaveston - Marcus Stone


Los privilegios concedidos a Gaveston colmaron la paciencia de los nobles que veían como se dilapidaban los bienes del Reino y como el favorito abusaba del poder concedido por el Monarca. La presión de la nobleza hizo que el Rey enviara a su favorito a Irlanda como Gobernador y, curiosamente, se demostraría que era un administrador eficaz. No obstante, a Eduardo se le hacía muy dura la vida sin su amante y le hizo traer de regreso a Inglaterra. 

No era Gaveston hombre discreto y en cuanto se vio de nuevo al lado del Rey hizo alarde de su privilegiada posición despertando de nuevo la ira de los nobles. La nobleza reunida y capitaneada por el conde de Lancaster, primo carnal de Eduardo, exigió al Rey el destierro del favorito. Eduardo, cuya posición estaba muy debilitada, no tuvo más remedio que plegarse a estas exigencias y Gaveston fue desterrado pero, un año después, volvería a Inglaterra de nuevo y ese sería su fin. Aprovechando una ausencia del Rey, fue capturado, hecho prisionero y mandado ejecutar por orden de Thomas Lancaster. Era el mes de junio de 1312 y Gaveston tenía 28 años.

La cólera de Eduardo II, cuando tuvo conocimiento de los hechos, fue enorme pero era consciente de que eran tiempos de sangre y si pensó en la venganza sabía que no era el momento de llevarla a cabo.

De Escocia sólo el castillo de Stirling permanecía en manos de los ingleses. No tenía ningún valor estratégico y el papel de esta fortaleza era tan solo testimonial pero el rey escocés, Roberto I, había puesto sitio al castillo y Eduardo II pensó que una victoria sobre los escoceses aumentaría su prestigio y le pondría en situación de poder dar muerte a Lancaster, vengando de este modo a su amante.

El numeroso ejercito que había logrado reunir Eduardo II se enfrentó al más numeroso ejercito de Roberto I en la batalla de Bannockburn y la lucha se saldó con una vergonzosa derrota de los ingleses y una clamorosa victoria de los escoceses, lo que significaría la independencia efectiva de Escocia. Ante la debilidad de Eduardo la nobleza no desaprovechó la ocasión y limitó los poderes del Rey a través del Parlamento. 

Castillo de Stirling

Poco tiempo después, Eduardo II encontraría un nuevo amante. Se trataba de Hugo Despenser, hijo del conde de Winchester, de 32 años y casado con Leonor de Glucester, sobrina de Eduardo. Era un hombre lleno de ambiciones, característica ésta que compartía con su padre -al que apodaban "el viejo"- y con su esposa. Ellos serían quienes le animarían a emprender la aventura con el Rey y a convertirse en su favorito. 

El nuevo favorito era un hombre vanidoso, que pasaría de ser un simple caballero a ser un hombre rico gracias a su matrimonio y un hombre poderoso gracias a su amante. En 1318 fue nombrado Chambelán Real pero nada era suficiente para calmar su codicia. Dos años después se había ganado numerosos y peligrosos enemigos en la Corte, entre ellos, la propia Reina Isabel cuyo odio hacia el favorito sería patente. 

El dominio que Despenser ejercía sobre Eduardo era inmenso hasta el punto de ser capaz este de hacer caso omiso de los tribunales y llegar incluso a desposeer de sus derechos a las cuñadas de Hugo con tal de enriquecer más a su amante. Esa desobediencia al poder legal fue la gota que colmó el vaso y un grupo de nobles, entre los que se encontraba Roger Mortimer y el propio Thomas Lancaster, exigieron al Rey el destierro de los Despenser. Asustado, Eduardo II consintió en el destierro pero no por ello cesaron las hostilidades entre la Corona y gran parte de los nobles. En esta ocasión fue Eduardo el vencedor. Mortimer fue encarcelado en la Torre de Londres y Thomas Lancaster fue juzgado y condenado a morir decapitado. La venganza del Rey se había consumado.

Regresaron los Despenser, padre e hijo, y convencidos del aumento de su poder iniciaron un periodo de violencia y desmanes ejecutando a los rebeldes y confiscando sus bienes. La respuesta de los nobles no se haría esperar y esta vez con la propia Reina al frente de ella. En 1323 Mortimer escapa de su cautiverio -probablemente ayudado por Isabel- y huye a Francia. Mientras tanto la Reina esperaba su momento.                                                                                                
                                                                                                                         Continuará