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viernes, 29 de mayo de 2015

Sancho I de León " el Craso"






Sancho nació en 935, hijo del Rey de León Ramiro II y de su segunda esposa Urraca de Navarra y  era   nieto, por parte de su madre, de Toda de Pamplona, siendo esta reina una gran influencia en su vida. Debió ser un niño mofletudo y hermoso porque , a decir de algunos cronistas, se convirtió en el favorito de su padre. Dicen que el rey Ramiro se esforzó en darle una buena educación, a pesar de que al no ser el primogénito no era a él a quien, en principio, correspondía heredar el Reino.

Corría el año 951 cuando moría Ramiro, siendo sucedido en el trono por su hijo Orduño III. No estaba contento Sancho con la pérdida de lo que consideraba su Reino, y se enfrentó a su hermano, hasta que cuatro años después Orduño moriría dejándolo como dueño y señor de León a cuyo trono accedió con el nombre de Sancho I. Pero, no estaba exento Sancho de enemigos entre la nobleza siendo de todos ellos el conde Fernán González el más peligroso.

Sancho además de ganar enemigos también ganaba kilos, y muchos, tantos que sus contemporáneos empezaron a llamarle el Craso. Era tal la cantidad de grasa que acumulaba en su cuerpo que llego el día en que no podía ni siquiera vestir una armadura, ni manejar las armas ni subir a un caballo, pues no había cabalgadura que soportase el peso del rey, y por lo tanto resultaba imposible que se pusiera al frente de sus hombres para dirigir una batalla. No reunía pues las características que debían adornar a cualquier rey de la época y los nobles, a cuyo frente estaba Fernán González, tardaron apenas dos años en expulsarle, colocando a Orduño IV, apodado el Malo, en el trono. 

Miniatura representando a Sancho I de León

Sancho corrió a refugiarse en Navarra, donde su abuela Toda que no estaba dispuesta a consentir que su nieto perdiera el trono de sus padres y que, además, era una mujer inteligente y emprendedora, comprendió de inmediato que lo primero que necesitaba Sancho era una nueva imagen, perder muchos kilos y ganar de ese modo la estima de los soldados. Pero, también comprendió Toda que esa labor no podía realizarla sola. Necesitaba un médico que ayudara al nieto enfermo y necesitaba que fuera uno de los mejores médicos de allí donde la ciencia había avanzado a pasos agigantados, así que, tragándose su orgullo se decidió a pedir ayuda a su gran enemigo, Abderramán III. El califa de Córdoba respondió favorablemente y envió a Navarra a uno de sus médicos. 

Hasday Ibn Shaprut, visitó al paciente, hizo su diagnóstico y dijo que el enfermo tenía curación, pero que para poder realizar el tratamiento Sancho debería viajar hasta Córdoba. Lógicamente el tratamiento tenía un precio y la reina Toda después de muchas discusiones ofertas y contraofertas, acordó ceder, siempre que la curación se produjera, diez fortalezas al Califa y desplazarse a Córdoba con su nieto para seguir el tratamiento recibiendo también, cuando éste finalizara, ayuda militar para volver a ganar su Reino. 

Ya se había casado Sancho con Teresa Antúnez, así que real paciente, su esposa y la reina Toda se pusieron en camino. No era fácil el traslado, Sancho no cabía en un carro, así que en un principio se le trasladó en una torreta de asalto, pero cuando ésta cayó en un río y se rompió no sabían cómo continuar el viaje. Fue a Hasday a quien se le ocurrió colocar una tienda de lona especial tirada por cuatro mulas y sobre la que iría colocado Sancho, y así continuaron un viaje de 800 kilómetros, que se estaba convirtiendo en un autentico calvario. 

Toda de Navarra

Por fin llegaron a Córdoba y fueron alojados con todos los honores en la Medina Azahara. Allí comenzó el segundo calvario del enfermo que fue sometido a una dieta muy dura. Durante más de cuarenta días tan sólo podía tomar líquidos, unas hierbas preparadas por su médico, y purgantes. Como era de esperar durante estos cuarenta días, en los que estaba vigilado día y noche para evitarle tentaciones, las diarreas eran constantes así como los vómitos. Finalizado este periodo se le fueron dando pequeñas porciones de comida, preferiblemente fruta a la que se aficionó y que finalmente serían su perdición. Al final se consiguió el objetivo, la grasa fue desapareciendo y perdió casi la mitad de su peso. Mientras su nieto sufría el tratamiento la reina Toda iba perfilando junto al Califa el plan para recuperar el reino.

En el año 960 Sancho con ayuda de las tropas cedidas por Abderramán y con Ibon Tumlus al mando de las mismas y con las del Reino de Navarra de su abuela, recuperó Zamora y volvió a lucir en su cabeza la corona como Rey de León. Tocaba ahora a Sancho cumplir con lo pactado y entregar al Califa las fortalezas prometidas pero, se dio la circunstancia de que Abderramán murió en 961 y el Rey leones pensó que podría muy bien librarse de cumplir con lo prometido. El sucesor de Abderramán no estaba por la labor de consentir el agravió y mando a sus tropas para obligar al de León a cumplir su palabra. Sancho fue derrotado y se vio obligado a solicitar a los musulmanes una tregua. 

Abderramán III

Esta derrota le costó un nuevo enfrentamiento con los nobles y en esta ocasión, la rebelión de la nobleza tuvo consecuencias muy graves para su persona. Sancho moría en 966 víctima de envenenamiento al comer una manzana. Según el cronista Sampiro fue el conde Gonzalo Menéndez quien le dio la manzana envenenada, aunque no todos los historiadores se muestran de acuerdo en la autoría del asesinato.

domingo, 10 de mayo de 2015

María Manuela de Portugal




María Manuela de Portugal.- Anónimo. Museo del Prado


Vino al mundo en Coimbra el 15 de octubre de 1527. Era hija de Juan III de Portugal y de Catalina de Austria - aquella infanta que durante años acompañó a su madre, la Reina Juana I, en Tordesillas – y biznieta por lo tanto de los Reyes Católicos.

La infancia de María Manuela transcurrió de forma tranquila. Su madre, Catalina, le procuró una buena educación: aprendió danza, latín y canto; enseñanzas propias de una princesa destinada, como era lógico, a realizar un matrimonio conveniente.

En el año 1542, el rey de España, Carlos I, considera que ha llegado el momento de buscarle esposa a su primogénito el príncipe Felipe y la novia elegida será María Manuela de Portugal. Ambos jóvenes tienen quince años y son primos por partida doble. La reina Catalina, madre de María Manuela, era hermana de Carlos I y su padre, el rey Juan III, era hermano de la madre de Felipe. Es por ello que Ludwig Pfandl dice que "éste matrimonio era un eslabón más en la larga cadena de matrimonios consanguíneos de la casa de Austria".

Hubo que pedir dispensa Papal para que pudieran contraer matrimonio y, concedida ésta, se celebró la boda por poderes en Portugal. La princesa entró en España por Badajoz continuando hacia Salamanca donde iba a celebrarse la misa de velaciones. 

Felipe, había oído decir que la princesa era " muy hermosa" pero, queriendo conocer todos los detalles, había solicitado al embajador de España en Portugal, Sarmiento de Mendoza, una descripción de su prometida, y esto es lo que deja escrito el embajador: "la señora Infanta es tan alta y más que su madre; más gorda que flaca y no de manera que no le esté muy bien; cuando era más muchacha era más gorda; en palacio ninguna dama está mejor que ella". María Manuela era de mediana estatura, tenía unos bonitos ojos, una boca pequeña, la tez blanca y el cabello rubio y estaba entradita en carnes. 

María Manuela de Portugal.-Anónimo

Era ya el mes de noviembre de 1543 cuando, en la catedral de Salamanca, se celebra el matrimonio. Según nos cuenta Junceda Avelló, en la noche de bodas y cumpliendo con la tradición, los altos dignatarios habían permanecido con los recién casados durante el tiempo que dictaban las normas, pasado el cual, se retiraron y dejaron solos a los recién casados pero, apenas dieron las tres de la madrugada D. Juan de Zúñiga, antiguo preceptor de D. Felipe se presentó en el dormitorio y separó a los nuevos esposos para que pasasen cada uno a descansar en su lecho. Cumplía las órdenes del Rey.

D. Carlos, temeroso de que a su hijo le sucediese lo mismo que le había sucedido a su tío D. Juan, el primogénito de los Reyes Católicos, de quien se decía que había muerto por sus excesos en el tálamo, escribió a Felipe una carta de recomendaciones sobre este particular. En ella, entre otras cosas decía:" puesto que vos sois de poca y tierna edad….conviene que no os esforcéis como hizo el Príncipe D. Juan…. os aconsejo que no bien halláis consumado el matrimonio, que os apartéis al menor impedimento, y que dejéis de visitar a vuestra esposa desde ese momento, y que cuando volváis a ella que sea por breve tiempo". En el deseo de evitar los abusos conyugales, el emperador recomienda a D. Juan de Zúñiga que duerma en la misma habitación que el príncipe a fin de evitar el exceso de visitas a la cámara de su esposa. Así pues, la luna de miel de los príncipes estuvo altamente vigilada. 

No era ésta la única vigilancia a la que se vio sometida la nueva princesa de Asturias, también su madre, Dª Catalina, vigilaba a su hija. A través de la camarera mayor, Dª Margarita de Mendoza, recibía informes de los posibles excesos en el yantar de María Manuela. Preocupaba a la reina de Portugal el buen apetito de su hija y que el exceso de gordura mermara su capacidad para procrear, misión principal de toda princesa.

Había también otras cosas que preocupaban a Dª Catalina - que no olvidaba la historia de su madre, Juana "La Loca"- y, por ello entrega a su hija antes de su partida una serie de recomendaciones escritas de su puño y letra. Entre otras cosas le decía: "mucho os pido que no se os ocurran celos, porque no servirán sino para dar descontento al Príncipe, vuestro marido, y a vos….pon todos tus sentidos en el propósito de no dar nunca a tu marido una impresión de celos, porque ello significaría el final de vuestra paz y contento". 

Felipe II.-Tiziano

En diciembre de ese mismo año le aparecen a D. Felipe unas erupciones en los muslos, probablemente sarna - según el propio Zúñiga - pero los cónyuges son separados de inmediato y no se les permite volver a reunirse hasta cinco semanas después.

María Manuela no había reglado todavía cuando contrajo matrimonio y los médicos de la corte a fin de acelerar el proceso la someten a varias sangrías. Advertida de la situación por Dª Margarita de Mendoza,  la reina Catalina se apresuró a escribir a la corte española para intentar frenar las sangrías :"a este fin no se debe hacer nada porque el Príncipe es muy mozo…porque estas medicinas más dañan que aprovechan".

La menstruación de María Manuela, altamente celebrada, se produjo en el verano de 1544 y, para satisfacción de todos, la princesa queda embarazada en septiembre. Carlos I, desde Gante donde se encontraba, envía a su hijo sus felicitaciones. También Dª Catalina se encuentra feliz. 

Durante la gestación no se produjeron complicaciones. Los príncipes se encontraban en Valladolid y fue allí donde, el 8 de julio de 1845 y durante la noche, se produjo el alumbramiento. Fue, para alegría de todos, un varón y se le impuso el nombre de Carlos. Este príncipe sería, pasados los años, una autentica amargura para su padre. 


Carlos de Austria y Portugal.-Sanchez Coello. Museo del Prado

El parto se desarrolló con muchas dificultades, aunque María Manuela lo soportó estoicamente. Los dolores duraron varios días y dado que venía " mal colocado" dos comadronas tuvieron que manipular durante horas para lograr extraerlo. El propio D. Felipe en carta escrita a su padre explica que el parto había durado dos días pero que la princesa ".. ha quedado muy buena".

El optimismo de Felipe se vio frustrado al día siguiente del parto. María Manuela tuvo algo de fiebre. Dos días después la fiebre había aumentado la princesa tenía escalofríos y deliraba y la hemorragia había disminuido. Su médico personal, un portugués del que se desconoce el nombre, recomendó baños de agua salada para disminuir la fiebre y que se la mantuviera abrigada para que sudara. Los médicos españoles recomendaron la sangría. Los galenos discuten y finalmente se la sangra. El médico portugués abandona la corte. 

María Manuela fallece el 12 de julio. Todavía no había cumplido los 18 años. Las causa que se adujeron para explicar su muerte fueron disparatadas. Para algunos la culpa la tuvo la propia princesa que se había comido un limón o un melón - no está muy claro- estando recién parida.

Hoy, se considera que la causa del fallecimiento fue una sepsis puerperal. Se dieron muchas circunstancias que favorecieron este desenlace, María Manuela era una primípara, tenía menos de veinte años y tuvo un parto prolongado durante el cual se la estuvo manipulando vaginalmente por unas comadronas no demasiado expertas. A todo ello se unió la falta de asepsia de aquella época. 

María Manuela está enterrada en el Panteón de Infantes del Monasterio del Escorial