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jueves, 25 de septiembre de 2014

Carolina de Brünswick-Wolfenbüttel



Carolina de Brünswick-Wolfenbüttel- Thomas Lawrence

Carolina fue la tercera hija del matrimonio formado por Carlos II de Brünswick –Wolfenbüttel y de Augusta de Hannover, hermana del Rey Jorge III del Reino Unido. Nació el 17 de mayo de 1768 en Alemania.

La infancia de Carolina no fue precisamente feliz. Sus padres no se habían casado por amor y en las relaciones de ambos influyeron poderosamente la amante de su padre y su abuela paterna. El respeto y las buenas costumbres no le fueron inculcados a Carolina en su niñez y su educación académica también fue deficiente. 

Pero, en 1794, Carolina se había convertido en un precioso botín para el gobierno del Reino Unido porque, aunque pertenecía a un pequeñísimo Estado, las relaciones de su padre con Prusia y el hecho de que la Corona Británica ya estaba en guerra con Francia le conferían un especial atractivo. Así pues, y a pesar de la poca inclinación del Príncipe de Gales a contraer matrimonio - parece ser que se encontraba muy enamorado de Mary Anne Fitzherbert, su amante en aquel momento y con la que había llegado a casarse en secreto aunque el enlace fue declarado nulo - Jorge III envió a Lord Malmesbury a Brünswick para realizar el contrato matrimonial y llevar a la novia hasta el Reino Unido. 

La impresión que causó Carolina a Lord Malsbury no debió ser grata ya que, en su diario y al realizar la descripción de la futura princesa de Gales, se expresa así: "carece de sentido común, decoro y tacto, es muy dada a la indiscreción y olvida gustosamente asearse y mudar sus ropas sucias".Y no debía de ser exagerada la descripción porque algunos de sus contemporáneos llegaron a decir de ella que “olía como un establo”. En cuanto a su aspecto físico el propio Lord la describe como “baja, rechoncha y con una cabeza demasiado grande respecto al resto del cuerpo”

Los contrayentes se conocen tres días antes de la boda y, como cabía esperar, el Príncipe quedó profundamente decepcionado ante la esposa que se le había impuesto. Carolina por su parte, tampoco se sintió satisfecha y llegó a decir a Lord Malsbury : "el Príncipe esta gordo y nada tiene que ver con los hermosos retratos que me enviaron de él".

El día de la boda Jorge se presentó a la ceremonia con algunas copas de más y necesitó de los esfuerzos de un ayuda de cámara para mantenerse en pie durante la misma. Mientras los invitados disfrutaban del banquete de bodas, Jorge seguía bebiendo así que, llegada la noche nupcial, cayó al suelo completamente borracho. Eso es lo que nos cuenta Carolina, que asegura: "Estaba tan borracho que pasó la noche de bodas en el suelo, donde cayó, y yo le deje". Sea como fuere, el Príncipe logró vencer su repugnancia y a la mañana siguiente consumó el matrimonio, eso sí, al concluir advirtió que nunca más volvería a yacer con su esposa. Lo cierto es que a pesar del alcohol y del asco, logró dejar embarazada a la Princesa y nueve meses después de ese infortunado día nacía su única hija.


Carolina de Brünswick-Wolfenbüttel- Lawrence

Jorge consideró que, respecto a su esposa, había cumplido y que no tenía ya la obligación de seguir cumpliendo, así que le escribió a Carolina una carta en la que entre otras cosas decía: "los impulsos no pueden controlarse mediante la voluntad…ninguno puede recriminarle nada al otro, puesto que la naturaleza no nos ha hecho compatibles". El príncipe volvió a los brazos de Lady Jersey, de los que en realidad no se había alejado nunca y Carolina siguió viviendo una temporada en Carlton House cambiando después de residencia mientras buscaba amantes con los que entretenerse, según se dijo. 

El pueblo de Londres no tardó en enterarse de la afrenta sufrida por la Princesa, ya que Jorge no tenía reparos en exibirse con su amante y volcaron su simpatía en Carolina considerándola una pobre mujer a la que su marido ponía los cuernos con total impunidad. Así pues, la popularidad de Carolina creció en tanto la de su esposo se desmoronaba.

Pero, no bastaba a Jorge la separación de hecho de su esposa, él quería más, quería el divorcio. Empieza a correr entonces el rumor de que la Princesa de Gales tiene varios amantes. Aparece en escena Lady Douglas, que asegura que la Princesa ha tenido un hijo fruto de una relación adúltera. Aunque es muy probable que estos rumores hayan sido difundidos por el entorno de Jorge, el Príncipe adopta el papel de marido ultrajado y se encarga una comisión de investigación secreta, que fue llamada la “Investigación Delicada”. Corría el año 1806.

Mientras duró la investigación Carolina tuvo restringido el acceso a su hija. La comisión de investigación dictaminó que no se podía probar que la Princesa de Gales hubiera cometido adulterio, pero sus costumbres licenciosas originaron habladurías que llegaron a oídos de la Corte y Carolina se vio convertida en una paria social con la que nadie deseaba confraternizar.

Jorge III ya había sido declarado demente y el Príncipe de Gales se había convertido en Regente con lo cual la situación de Carolina empeoró, nadie quería acercarse a la Princesa ante el temor de las represalias que el Príncipe pudiera adoptar.

Finalmente, Carolina, cansada y asqueada de tanto desprecio, negociará con el secretario de Asuntos Exteriores. A cambio de abandonar Gran Bretaña recibiría una renta anual de 35.000 libras. La princesa se dedicó entonces a viajar por Europa y acabó instalándose en Italia. Entre sus sirvientes se encontraba Bartolomeo Pergami, que se convirtió en su hombre de confianza, y del que se vino a decir que era su amante.

villa Caprile

Empeñado como estaba el Príncipe en obtener el divorcio de su esposa, encargó otra comisión de investigación para probar su adulterio. La Cámara de los Lores examinó el contenido de los documentos presentados por la comisión, llegando a la conclusión de que estos eran lo suficientemente escandalosos como para iniciar un proyecto de Ley a fin de disolver el matrimonio, aunque los Lores sabían que dada la popularidad de Carolina - a la que se seguía considerando una víctima - el proyecto no sería aprobado en la Cámara de los Comunes y se abstuvieron de presentarlo. 

Así estaban las cosas cuando en enero de 1820 fallece Jorge III y por lo tanto el hasta entonces Príncipe de Gales pasa a convertirse en el Rey Jorge IV. Carolina planea entonces regresar de nuevo a Gran Bretaña para ser coronada como Reina consorte. Así que, a pesar de todas las advertencias que se le hacen, Carolina regresa al Reino Unido dispuesta a recibir los honores que como esposa del nuevo Rey le correspondían.

El día de la coronación se presentó en la abadía de Westminster pero se le negó el paso por la puerta principal. Lo intento entonces por la puerta del este y por la del oeste e incluso por la galeria de Westminster mas con idéntico resultado. Finalmente Sir Robert Inglis logró persuadirla de que regresase a su carruaje .

Ya de noche, Carolina empieza a sentirse mal, un dolor abdominal persistente la tiene postrada en el lecho. Durante las tres semanas siguientes su salud se irá deteriorando progresivamente y a pesar del laudano que se le administra los dolores son atroces. Carolina ve próximo su fin y asegura que un espía de su esposo el Rey Jorge IV la vigila y envía informes a Su Majestad. A pesar de su estado decide poner en orden sus papeles y manda quemar entre otros documentos sus diarios y todas las cartas que atesoraba. Redacta un nuevo testamento y ordena en el mismo que sus restos mortales sean trasladados a Brünswick. Finalmente muere el siete de agosto de una inflamación intestinal que se estima pudo ser debida a un cáncer o a una obstrucción intestinal según los médicos que la trataron, aunque, poco ha quedado de los informes que los mismos redactaron y además no se realizó autopsia.

Coronación de Jorge IV

Esta muerte tan "oportuna" y no aclarada, hizo correr el rumor entre el pueblo de un posible envenenamiento de la Reina. A pesar de las precauciones que se tomaron, el traslado de sus restos supuso una algarada popular, se levantaron barricadas, se lanzaron piedras contra los soldados y hubo heridos y dos muertos hasta que finalmente se consiguió embarcar el ataúd rumbo al destino que Carolina había elegido.

Una muerte sin aclarar, una mujer de poca inteligencia, vanidosa y ávida de placeres, casada con un hombre indigno que la despreció. Este podría ser el resumen de la vida de esta desgraciada Reina que no llegó a reinar y que ni siquiera fue coronada como tal.

sábado, 13 de septiembre de 2014

Arturo Tudor, Príncipe de Gales





Arturo nació en Winchester en septiembre de 1486. Su nacimiento supuso la consolidación de la dinastía Tudor en el trono de Inglaterra. Su padre, había accedido al trono en 1485 tras la batalla de Bosworth que ponía el punto final a la guerra de las Dos Rosas, y había casado con Isabel de York consiguiendo de ese modo unir las dos casas reales que habían combatido por el poder y convirtiéndose en Enrique VII de Inglaterra.

No cabe duda por tanto que el nacimiento de Arturo supuso una gran felicidad para sus padres, en él se aunaban las dos rosas y el símbolo de los Tudor. La rosa blanca y roja tenía ya heredero. Fue nombrado duque de Cornualles desde su nacimiento y dos meses después tras su bautismo en la Catedral de Winchester se le nombraría Príncipe de Gales.


Algunos historiadores sostienen que Arturo fue un niño débil y enfermizo, pero otros, como P. Jones, consideran que no existe evidencia para hacer tal afirmación y que, además, los Reyes Católicos no habrían consentido iniciar una alianza matrimonial con una de sus hijas si así hubiese sido. De lo que no cabe duda es que su educación fue esmerada. Sus tutores J. Rede y B. André le instruyeron en latín y griego y parece ser que leía a los clásicos desde muy temprana edad. Era un joven rubio, pálido y de aspecto frágil, de carácter reservado y tímido, muy estudioso y al que gustaba cazar y pasear a caballo.

Tenía Arturo dos años cuando se inician las negociaciones para su futuro matrimonio con la Infanta española Catalina de Trástamara, hija de los Reyes Católicos. D. Rodrigo González de Puebla y D. Juan de Sepúlveda, ambos doctores en derecho serán los encargados por parte de Fernando y de Isabel de la negociación. Por su parte, Enrique VII habilitará a John Weston y a Henry Ainsworth, entre otros, para concluir ese tratado de alianza. Las negociaciones fueron arduas pero a ambos Reinos les interesaba llegar a un acuerdo y éste se firmará en Medina del Campo en 1489, a pesar de lo cual, se continuará  negociaciando sobre la dote matrimonial y sobre como asegurar mejor los intereses de Catalina en Inglaterra.

Arturo había llegado ya a la edad de 14 años y por lo tanto estaba en disposición de hacer efectivo el matrimonio, pero no será hasta un año después que la Infanta Catalina emprenda viaje desde Granada hacia Londres. Los preparativos para la boda hace ya más de dos años que se han iniciado cuando la Infanta llega al puerto de Plymouth. La comitiva se dirigírá hacía Londres, pero, tanto el rey como Arturo, ansiosos por conocer a la novia, acudirán a su encuentro en la pequeña localidad de Dogmersfeld. Esta sería la primera vez que Catalina y Arturo se vieran en persona y parece ser que además de los distintos discursos en latín hubo danzas y música y los cronistas reflejan que Arturo "danzó agradable y honorablemente". Al Príncipe le gustó su prometida. La Infanta tenía el pelo rojizo, era de tez blanca y presentaba un buen color en sus mejillas. Físicamente parecía más inglesa que española, lo cual no es de extrañar teniendo en cuenta su ascendencia.

Catalina de Aragón- Juan de Flandes-Museo Thyssen-Bornemisza

El 14 de noviembre de 1501 se celebró en la Catedral de San Pablo el rito matrimonial oficiado por el arzobispo de Canterbury. Tres horas duró la ceremonia y tras ella los novios salieron de la catedral asidos de la mano. El pueblo vitoreó a los recién casados y las campanas repicaron en toda la ciudad.

El banquete nupcial se llevó a cabo en la Gran Cámara del palacio de los obispos de Londres y cuentan que fue esplendido. Tras él se realizó el último de los rituales, la preparación del lecho nupcial, que, según costumbre, corrió a cargo de nobles ingleses y españoles. Por ellos serían acompañados los príncipes hasta el tálamo. Una vez instalados en el lecho, los nobles saldrían de la cámara dejándolos solos. Los festejos duraron hasta el 29 de noviembre y hubo música, canto y Justas Reales. Parece ser que los Reyes Católicos regalaron a su hija por sus esponsales una hermosa ventana de vidrieras flamencas que se encuentra en la iglesia de Sta Margarita de Londres, pero dado que ésta no llegó a Inglaterra hasta 1509  se presentan dudas respecto a si el regalo se realizó por los esponsales con Arturo o por su posterior enlace con Enrique.

Tapiz conmemorativo de los esponsales de Catalina y Arturo-Oxford

Tras la boda, los príncipes fueron enviados al castillo de Ludlow ya que esta localidad era la capital de los dominios del principado de Gales.

Poco sabemos de cómo trascurrió su vida durante los cinco meses que duró su matrimonio pero si sabemos que fue un invierno muy frío y húmedo. A finales de marzo, Arturo enferma. Un proceso febril parece consumir sus fuerzas. La joven esposa no se separa del lecho del paciente, pero también ella comienza a tener fiebre, por lo que es apartada de su lado.

Finalmente Arturo fallece. Era el 2 de abril de 1502. Las causas de su muerte se desconocen. Algunos hablan de que pudo morir como consecuencia de una tisis pulmonar, dado que Catalina dijo tras la muerte del príncipe que el matrimonio no había sido consumado debido al estado enfermizo de Arturo. También se ha especulado con la idea de que fuera la llamada “enfermedad del sudor ingles” lo que le produjera la muerte. Esta enfermedad, muy contagiosa y de alta mortalidad, afectó a Inglaterra durante algunos años en distintos brotes epidémicos, uno de los cuales se produjo en 1502.

Tres semanas después de su muerte y en procesión funeraria, el cuerpo de Arturo fue trasportado desde el castillo de Ludlow hasta la catedral de Worscerster aunque no existe certeza de que fuera enterrado allí. Catalina, convaleciente - no sabemos si de la misma enfermedad que llevó a la tumba a su esposo-  no acudió a la ceremonia.

Algunos historiadores apuntan que Enrique VII quiso honrar a su muy querido primogénito y según la Sociedad Arqueológica e Histórica de Canterbury, la Christchurch Gate (entrada principal a la catedral) que fue construida entre 1504 y 1521  se habría erigido en honor al príncipe. En esta entrada aparecen los escudos de los Príncipes de Gales y además, dos cabezas de piedra que han sido identificadas como Arturo y Catalina. No obstante, sobre este punto hay controversias entre los distintos historiadores.

Christchurch gate- Catedral de Canterbury

La muerte de Arturo supuso que su hermano Enrique fuera entronizado pocos años después como Enrique VIII y supuso también un gran cambio politico y social.

lunes, 8 de septiembre de 2014

Isabel de Borbón y Médicis



Isabel de Borbón y Médicis. F. Pourbus el joven



Hija de Enrique IV de Francia -" París bien vale una misa" dicen que exclamó su padre para lograr ser coronado rey del país vecino- y de María de Médicis, nació Isabel en Fontainebleau un 22 de noviembre de 1603. Como era costumbre en la época se le buscará rápidamente marido pues, ya se sabe que las princesas eran moneda de cambio para futuras alianzas entre países y, por ello, se iniciarán las negociaciones con los Duques de Saboya pero, el futuro prometido italiano de Isabel muere tempranamente dando al traste con este proyecto. Los buscadores de esposo mirarán entonces hacia Inglaterra pero, el rey inglés no se entusiasma con la idea de este matrimonio, así que, como a la tercera va la vencida, las gestiones con España si darán su fruto y a pesar de que por distintas circunstancias el proyecto se arrinconó en alguna ocasión, el matrimonio por poderes de la princesa francesa y del príncipe español tendrá lugar en octubre de 1615.

Isabel había tenido una educación esmerada y hablaba español e italiano, era delicada, tenía buen porte y ya a esa edad - cuenta tan sólo 12 años - promete ser tan bella como su madre. Su inteligencia y sensibilidad quedó de manifiesto cuando nada más traspasar la frontera cambió sus galas francesas por otras a la moda española que era mucho más austera. Según parece, el Príncipe de Asturias, que solo contaba 10 años de edad pero en el que ya se intuía una desmedida afición a las mujeres, quedó deslumbrado por la belleza de su esposa. Nada sabemos del efecto que el futuro Felipe IV causó en Isabel.


Felipe IV. Diego Velázquez-Museo del Prado


Durante los cuatro años siguientes Felipe e Isabel se verán en muy pocas ocasiones y siempre lo harán acompañados de altos personajes, encopetadas damas o del propio Rey, probablemente, por miedo a que el lujurioso príncipe sufriera alguna tentación y se lanzara sobre la princesa antes de lo conveniente. En noviembre de1620, cuando la Princesa tiene 17 años, se permite la consumación del matrimonio ya que Felipe se mostraba " ardorosamente deseoso de ello" y no cabe duda de que el "ardor" del Príncipe debió ser grande porque Isabel quedó embarazada de inmediato.

Pocos meses después, en Marzo de 1621, muere Felipe III convirtiéndose Felipe e Isabel en Reyes de España. La nueva Reina era esbelta y bella, estaba deseosa de agradar a sus súbditos y poseía una clara inteligencia y una personalidad equilibrada, todo lo contrario que el nuevo Rey que carecía de voluntad propia y cuya mayor preocupación parecía ser la de agradar a sus "súbditas". 

En Agosto de ese mismo año dio a luz Isabel a su primera hija que moriría a las pocas horas. Mientras Isabel se recuperaba del parto su esposo, el Rey Felipe IV, se entretenía con otras mujeres ya que, de alguna forma tenía que sofocar aquellos "ardores" que le consumían constantemente. El conde-duque de Olivares, ministro de su Majestad, conocía bien las debilidades del monarca y le procuró todo aquello que más podía satisfacerle. Si el Rey estaba entretenido, él podría hacer y deshacer a su antojo los asuntos de Estado, lo cual le convenía. Sabía también Olivares que la Reina poseía todo la fuerza de voluntad de la que carecía su esposo además de una mayor inteligencia, por lo que tener ocupado al Rey en otros lechos suponía una doble ventaja 

Isabel de Borbón. Rodrigo de Villandro

En noviembre de 1623, Isabel da a luz una nueva infanta que murió a los pocos días. Entre embarazo y embarazo la Reina, que intentaba emular a su predecesora y que había estudiado los gustos y costumbres del pueblo español, invertía su tiempo en fundar conventos, dotar a las damas que entraban en religión y en organizar saraos. Mientras tanto, el Rey invertía gran parte del suyo en llenar de bastardos la villa de Madrid. Estas andanzas del Rey no significaban que desdeñara a su esposa, muy al contrario, la Reina siempre le gustó pero, simplemente no quería extenuarla. 

Isabel estaba enterada de los devaneos amorosos de su esposo pero como procedía de la corte francesa y allí lo natural eran los adulterios tampoco se escandalizaba. No obstante, hacía que se representaran en los salones de palacio funciones de comedia que escribían para tal fin Quevedo y Mediana, en un vano intento de evitar que con las excusa de asistir a las novedades teatrales de la Villa, su esposo siguiera cayendo en brazos de las comediantas. 

Una de ellas, llamada "la Calderona", le dio el único hijo al que D. Felipe accedió a reconocer y al que llamó D. Juan José de Austria . Este hecho provocó un gran enfado en la Reina, que durante unos días cerró las puertas de su dormitorio a D. Felipe. Cuando las volvió a abrir el Rey había salido a visitar Aragón, Valencia y Andalucía y le había dejado encomendada la tarea de despachar los asuntos de Estado. Poco gustó al conde-duque tener que dar cuentas a la Reina. 

El Príncipe Baltasar Carlos. Diego Velázquez

Por fin en Octubre de 1629 nació el ansiado varón, habían muerto ya en esta fecha las cuatro hijas de los Reyes que le precedieron, y a este niño, que fue un rayo de esperanza, se le impondría el nombre de Baltasar Carlos. Cinco años más tarde la Reina dará a luz de nuevo una niña que fallecerá poco después. En 1638 Isabel tendrá su último alumbramiento, también una niña a la que se impondrá el nombre de Maria Teresa y que será la única de sus hijos que llegará a la edad adulta. Poco podía imaginar la Reina que a través de esta Infanta la dinastía de Felipe IV continuaría hasta nuestros días. 

Lógicamente los historiadores han especulado sobre las causas de la desastrosa historia obstétrica de Isabel, algunos lo atribuyen a una lues materna trasmitida a Isabel por su voluptuoso padre, otros a una posible sífilis de D. Felipe, aunque en la historia de Isabel no predominan los abortos ni los nacidos muertos y además según Marañón la debilidad de los hijos legítimos contrasta con la vitalidad de los hijos naturales del Rey. Según se cuenta, D. Felipe comentó este hecho con el médico Mendoza quien parece ser que le contesto: "Señor, es que a la Reina sólo le dedicáis las escurriduras" 

El reinado de Felipe empieza a complicarse, los desaciertos políticos del conde-duque de Olivares se hacen dramáticamente patentes. En el año 1643 la situación es alarmante, Isabel tiene cuarenta años, nunca se ha inmiscuido en los asuntos de estado, pero en aquel momento considera que es su deber hacerlo, así que, coge a su hijo Baltasar Carlos de la mano y se presenta en la cámara del Rey. Isabel que siempre pareció sumisa se expresa con una cordura propia de un experimentado político y dice al Rey que si ama a sus súbditos, si no quiere exponerse a perder el trono, si desea pasar a la historia como un digno sucesor de los reyes que le precedieron y si desea que su hijo sea un día rey de España deberá apartar de inmediato al conde-duque de Olivares del poder. Así lo hace el Rey que destituye a su ministro de todos sus poderes y le obliga a retirarse a Loeches. 

Isabel de Borbón. Diego Velázquez

A comienzo del otoño de 1644 mientras el Rey se encuentra en Aragón se le presenta a Isabel un acceso de fiebre y trastornos gastrointestinales brotándole a las cuarenta y ocho horas una erisipela grave que afecta al rostro, cuello y garganta. De inmediato, la Reina prohibió que su hijo la visitara alegando que "reinas para España hay muchas pero príncipes muy pocos". Se le practicaron sin éxito hasta ocho sangrías en pocas horas, se llevó a su aposento el cuerpo de San Isidro y los habitantes de Madrid hicieron procesiones y rogativas, pero todo fue inútil. 

Isabel de Borbón y Médicis, primera esposa de Felipe IV, fallecía en la tarde del seis de octubre, cuando todavía no había cumplido los cuarenta y un años de edad. Esta enterrada en el Panteón de los Reyes del Monasterio del Escorial. Fue una buena esposa y fue también una digna Reina.