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domingo, 30 de marzo de 2025

Félix Yusúpov, el asesino de Rasputín

 


Posiblemente pocos recordarían a este aristócrata ruso de la corte de  el zar Nicolas II y perteneciente a una de las familias más ricas y de más alto abolengo del Imperio si no fuera por el asesinato de Grigori Rasputín.

Félix Yusúpov nació en  el palacio familiar de San Petersburgo en marzo de 1887. Su padre era Félix Sumarókov-Elston, gobernador de Moscú y su madre la princesa Zinaida Yusupova, una mujer bellísima,  perteneciente a una de las familias más ricas del Imperio y muy cercana a la imperial familia. Los Yusúpov poseían decenas de palacios,  minas, barrios enteros de Moscú, obras de arte, joyas y miles de hectáreas de tierras  cultivables a lo largo y ancho de Rusia.


Se dice que el día antes de su nacimiento su madre se encontraba en una fiesta y empeñada como estaba en que el ser que llevaba en sus entrañas era una niña, bailó sin descanso durante toda la velada para que la "niña" saliera alegre y predispuesta a las grandes fiestas y a los grandes bailes. No extraña pues que al día siguiente se pusiera de parto pero…alumbró un varón. Como no estaba dispuesta a conformarse el pequeño Félix fue vestido como una niña durante los primeros cinco años de su vida.


Eran los años en los que Rusia, bajo el gobierno de Alejandro III, había vuelto a la autocracia y los conflictos internos provocados por las conspiraciones, los movimientos revolucionarios y la violencia de los anarquistas marcaban la vida política de los rusos.


Félix había heredado no solo la belleza de su hermosa madre sino también su enorme atractivo y a decir de muchos era un ser irresistible tanto para los hombres como para las mujeres. Su aspecto andrógino, la esbeltez de su figura y la perfección de sus facciones le ayudaba a vestirse con las ropas y las joyas de su madre y presentarse en los lugares de moda a la conquista de cualquier caballero que quedara prendado por su belleza. Según cuenta el propio Félix en sus "Memorias antes del exilio" desde muy joven le gustaba llamar la atención sin  que le importara el sexo de aquellos a quienes seducía.



Montones de historias surgieron en torno a este personaje : que desde los trece años salía travestido por las calles, que actuaba en un club nudista de San Petersburgo o que había tenido con tan solo 12 años su primer "ménage à trois" . En algunas de estas correrías se decía que le acompañaba, NiKolai, su hermano mayor que era un mujeriego empedernido y al que gustaban, sobre todo, las mujeres casadas. Esa inclinación hacia las damas que tenían esposo le condujo a morir en un duelo al que fue retado por un marido ofendido. Desde ese momento Félix se convirtió en el heredero de la poderosa fortuna de los Yusúpov.


Cuando falleció Alejandro III en 1894 heredó el Imperio su hijo, que se coronó como Nicolás II. El nuevo zar estaba profundamente enamorado de Alix de Hesse, nieta de la reina Victoria I del Reino Unido y contrajo matrimonio con ella poco después de su coronación. La nueva zarina, que tomó el nombre de Alejandra tras su matrimonio, tenía una enorme influencia sobre su marido y un sentimiento autocrático sobre la política que debía desarrollar su esposo. Nicolás era fácilmente  influenciable por lo que el autoritarismo se impuso en su gobierno.


A pesar de los avatares por los que atravesaba Rusia, Félix seguía siendo un ser  mimado por la fortuna, guapo e inmensamente rico seguía con su disipada vida conquistando tanto a hombres como a mujeres. Desde 1909 hasta 1912  estudió en la Universidad de Oxford y como no podía ser de otra manera fue miembro del exclusivo Bullingdon Club, en el que solo entraban jóvenes estudiantes de adineradas familias.


A su regreso a Rusia la familia consideró que ya era el momento de que se desposara y la elegida fue la princesa Irina Alexandrovna, una hermosa joven que además era  sobrina del zar Nicolas II. Contrajeron matrimonio en 1914 y  la Primera Guerra Mundial  sorprendió a la pareja en Berlín disfrutando de su luna de miel. Tuvieron que hacer uso de todas sus influencias familiares para poder salir de Alemania y regresar a Rusia. Un año después de la boda nacería su única hija,la princesa Irina Félixovna Yusúpova. 



Félix, cuyo espíritu de sacrificio brillaba por su ausencia, alegó para no ir a la guerra, que era hijo único y que  como tal estaba exento de participar en el conflicto bélico. Como compensación y probablemente para reparar un acto que podía ser tachado por algunos de cobardía, convirtió una de las alas del palacio Moika en un hospital para heridos de guerra.


Durante el tiempo que Félix había pasado en el extranjero la vida había ido cambiando en Rusia. A su regreso, a pesar de los cambios que se habían producido en su país, él siguió disfrutando de los placeres que a todo hombre adinerado le estaban permitidos. 


El emperador Nicolás II,  idealista, tímido, carente de la personalidad y la energía de su padre,  poco sociable y sumamente influenciable había tenido ya cinco hijos de los cuales tan sólo el último fue varón: el zarévich Alexis.


Por desgracia la sombra de la hemofilia que se había dispersado por toda Europa, a través de las hijas y nietas de la reina Victoria del Reino Unido, también alcanzó al joven heredero del Imperio ruso. Su madre la zarina Alejandra había rodeado a su hijo de enfermeras y médicos que cuidaban día y noche que ningún golpe ni ninguna rozadura apareciera en el débil cuerpecito de su hijo pero no fueron suficientes estos cuidados para que el zarévich sufriera las consecuencias del mal que padecía.



Apareció entonces en escena Grigori Rasputín, un monje campesino y estrafalario pero con un enorme carisma y poder de persuasión. Fue presentado a la familia imperial por una  amiga de la emperatriz. Ésta y su esposo no conformes con lo que los médicos decían habían consultado ya a varios asesores espirituales sin que estos hubieran llegado a calmar su ansiedad.


No parece explicable el por qué la emperatriz Alejandra quedó tan influenciada por Rasputín hasta el extremo de sentirse aliviada del constante estado  ansioso y de irritabilidad en el que estaba sumida. Probablemente la mejoría del zarévich tras los consejos de Rasputín hicieron que toda la familia pusiera en el monje una confianza inquebrantable. 


Tuvo suerte Grigori porque entre sus consejos estaba el que se dejara de administrar al heredero los medicamentos prescritos por sus médicos. Entre estos medicamentos estaba la aspirina, considerada en aquel tiempo la panacea para todos los males pero, como se supo después, totalmente contraindicada en la hemofilia. La retirada de esta medicación produjo una ligera mejoría en el estado del zarévich.


Grigori Rasputín llevaba una vida licenciosa, tenía aventuras con mujeres de todas las clases sociales, desde prostitutas a damas de alta cuna y la embriaguez era un estado en el que se encontraba con frecuencia. Todo ello  causaba un autentico escándalo en la sociedad rusa  no así en la zarina y su esposo que se negaban a creer cualquier cosa mala que se dijera de aquel hombre devoto y humilde que consideraban que era el más grande de los sanadores que habían conocido.


Rasputín no se limitaba a dar asesoramiento espiritual a los zares, también a nivel político ejercía su influencia. El espíritu indeciso e inseguro del zar y  la devoción de la zarina por aquel que consideraba que podría salvar a su hijo hicieron de Grigori uno de los seres más poderosos del Imperio.


Grigori Rasputin

El odio contra Rasputin crecía a medida que aumentaba su poder y se constataba  que nada se podía hacer para contrarrestar la enorme influencia que el monje ejercía sobre los zares. La preocupación del gobierno y de la aristocracia aumentaba día a día y el fervor revolucionario iba invadiendo Rusia.


La única solución que encontraron un grupo de aristócratas para acabar con la influencia que Rasputín ejercía sobre Nicolas II y Alejandra fue eliminar al monje.


Parece ser que fue el propio Félix Yusúpov el organizador del complot para asesinar a Rasputín. Junto a otros conspiradores entre los que se encontraban el Gran Duque Dimitri Pávlovich, Vladimir Purishkevich, diputado de la Duma y el doctor Lazovert, trazaron el plan para eliminar al lascivo monje  que estaba dañando irremediablemente al Imperio.


Era la noche del 16 al 17 de diciembre  de 1916 y la crónica de lo que en ella sucedió nos la da  el propio Yusúpov en el libro que publicó años más tarde bajo el titulo "El fin de Rasputín". El plan consistía en engañar a Grigori haciendole creer que Irina, la esposa de Yusúpov, deseaba conocerle. Le llevarían así al palacio de Moika, residencia de Yusúpov y, una vez en ella, Félix le agasajaría con vino y pasteles  que habrían sido previamente envenenados con cianuro por el Dr Lazobert.


Palacio Moika

Grigori comió pasteles y bebió vino pero pasaba el tiempo y no presentaba ningún síntoma de que el veneno estuviera haciendo efecto, además empezó a mostrarse impaciente porque Irina no aparecía. Felix salió de la sala, se reunió con sus cómplices y llegaron a la conclusión de que no había más remedio que disparar a Grigori si querían acabar con su vida. Yusúpov cogió una pistola entró en la sala y le disparó en el pecho, Rasputín cayó en el suelo.


Los cómplices, al oir el disparo, entraron a toda prisa y el Dr Lazobert se acercó para examinar el cuerpo y le declaro muerto pero…se equivocaba. Cuando Félix se acercó a él para comprobar que efectivamente no respiraba Rasputín abrió los ojos. Yusúpov describió así el terrible momento: " Los ojos verdes de una víbora me miraban fijamente con una expresión de odio diabólico".


Rasputín consiguió con una fuerza sobrehumana levantarse del suelo, otro de los cómplices le disparó en la espalda y finalmente un tiro en la frente le provocó la muerte.


Entre todos envolvieron su cuerpo, lo ataron con cuerdas y lo arrojaron a las aguas heladas del río Neva. El misterio de la desaparición de Rasputín tardó poco en resolverse porque su cuerpo congelado fue encontrado al día siguiente.


                                              

El zar ordenó la autopsia de Grigori y en ésta se demostró que había recibido tres disparos de los cuales el de la frente fue el que le causo la muerte. En su cuerpo no había restos de cianuro, tan solo de alcohol.


La credibilidad de la monarquía entre la nobleza  estaba ya muy desgastada, el asesinato de Rasputín minó, todavía más si cabe, esa credibilidad. El asesinato del monje negro aumentó  la debilidad de los zares y del gobierno. Un sentimiento de rechazo a la decadencia moral y política de quienes habían sido la élite que los gobernaba se extendía por el pueblo. La agitación social creció y estalló la Revolución en febrero de 1917.


Aunque la zarina hubiera deseado que Yusúpov y sus cómplices fueran ejecutados el gobierno, viendo que el asesinato había recibido el silencioso aplauso de la mayoría del pueblo ruso, optó por deportar a Félix y a su familia a su finca de Kursk.


Cuando estalló la Revolución bolchevique Yusúpov y su familia huyeron del país vía Crimea. Pudieron llevar con ellos unas cuantas joyas , dos cuadros de Rembrandt y poco más. Todos sus palacios y posesiones quedaron atrás y fueron incautados por Lenin y los comunistas.


Fijaron su residencia en Paris y en 1924 crearon la casa de modas IRFÉ  con la que  intentaban ayudar a los compatriotas que al igual que ellos habían abandonado Rusia. IRFÉ ( acrónimo de Irina y Félix) estaba  especializada en vestidos bordados a mano con hilo de oro, chantilly o terciopelos  y confeccionados por exiliadas rusas. Tuvo mucho éxito entre las americanas pero, debido a la perdida de poder adquisitivo de sus clientas tras de depresión de1929, tuvieron que cerrar la casa de modas en 1931.



 Yusúpov, que había escrito una autobiografía y también un libro de memorias  ganó, en 1933, un pleito que había puesto a la compañía Metro Golden Mayer. Ésta había  realizado una película sobre el asesinato de Rasputín y Félix los demandó por considerar que habían alterado la realidad de los hechos históricos.


Félix Yusúpov falleció en París, el 27 de septiembre de 1967. Tenía 80 años de edad y fue enterrado en el cementerio ruso de Sainte-Geneviève-des-Bois.














domingo, 23 de febrero de 2025

D. Francisco de Asís de Borbón, rey consorte de España












En el extraordinario retrato colectivo de la "Familia de Carlos IV " que fue pintado por Goya en 1800 aparece, situado entre el rey y la reina, el infante Francisco de Paula que, pasados los años, se convertiría en el padre del personaje que hoy traigo a estas páginas.




Francisco de Asís de Borbón y Borbón - Dos Sicilias nació en Aranjuez, en 1822, y fue el tercero de los hijos del matrimonio formado por la ambiciosa e intrigante Luisa Carlota de Borbón-Dos Sicilias y por el infante Francisco de Paula.


La educación de Francisco (Paquito para la familia) fue esmerada, su padre era un hombre culto, amante del arte y de la música y deseaba inculcar en sus hijos el sentimiento de que la cultura y la educación eran imprescindibles  si, como ellos, se pertenecía a la aristocracia. A fin de cuentas, Paquito ostentaba el ducado de Cádiz además del Toisón de oro y otras Reales ordenes desde su nacimiento y, según su padre, "nobleza obliga".


 Mas tarde y ya con 18 años cumplidos, Francisco se inclinaría por  la carrera militar, ingresando en el Ejercito Español. Parece ser que el tiempo allí pasado le sirvió, además de  para aprender habilidades estratégicas y disciplina, para forjar su carácter y su visión de la política. No obstante, el tiempo pasado en la milicia no sirvió para que cambiara su aspecto ni sus maneras. Según nos cuenta Pierre de Luz: Francisco era pequeño, delgado, de gesto amanerado, de voz atiplada y andares de muñeca mecánica. Le gustaban los baños, los perfumes, las joyas y las telas finas.



Cuando el rey de España, Fernando VII, murió en 1833, su hija Isabel, de apenas 3 años, ascendió al trono como Isabel II. Mientras la pequeña reina crecía la regencia fue asumida por su madre Dª Cristina de Borbón - Dos Sicilias que era hermana de Luisa Carlota la madre de Francisco de Asís. Así pues la reina Isabel y Paquito eran primos carnales por parte de madre y  también lo eran por parte de padre puesto que Francisco de Paula y Fernando VII eran hermanos. La consanguinidad estaba servida; primos carnales y por partida doble.


Los ojos de Europa miraban con preocupación a España, ningún país deseaba que la joven reina pudiera contraer matrimonio con alguien contrario a sus intereses, por tanto en las distintas cancillerías  se barajaron pretendientes y se pusieron vetos a los que no convenían.


Los padres de Francisco, eran conscientes de que el matrimonio de Isabel II era una cuestión de Estado y Luisa Carlota estaba empeñada en que fuese su hijo el encargado de desposar a su prima, la reina. De modo que los padres de Paquito, mediante intrigas, dinero y derrochando esfuerzos consiguieron su objetivo. También es verdad que, como dice la historiadora Isabel Burdiel, dada la presión internacional, en especial la francesa, que se ejercía sobre el matrimonio de la reina de España, Francisco de Asís acabó siendo el candidato más viable para conformar a todos… A todos menos a la propia Isabel.


Nadie preguntó a Francisco si deseaba ese matrimonio y por supuesto tampoco  nadie le preguntó a Isabel. Se dice que ésta al ser informada lloró, pataleó y gritó " con Paquita no…por favor con Paquita no". Pero a ambos se les aseguró que el matrimonio era una mera razón de Estado para impedir que un extranjero se sentase en el trono español aunque fuera como consorte.



La ceremonia matrimonial se celebró en 1846, el mismo día en el que Isabel cumplía los 16 años, en el Salón del Trono del Palacio Real de Madrid. Fue una ceremonia doble puesto que  Luisa Fernanda -la hermana de la reina- también se casó en la misma ceremonia con Antonio de Orleáns, duque de Montpensier.


El matrimonio fracasó desde los primeros meses, los rumores de la homosexualidad del rey consorte pulularon por la corte desde el inicio, sobre todo tras oír decir a Isabel una frase que, cierta o no, se hizo famosa "que se puede esperar de un hombre que en la noche de bodas lleva más puntillas que su esposa".   


Tampoco contribuyó a la imagen de Francisco el hecho de que se afirmara que sufría "hipospadias", una malformación de la uretra que le obligaba a orinar sentado. El pueblo de Madrid, siempre tan ocurrente, llamaba al rey consorte Paquito Natillas y no tardó en dedicarle estos versos:

                                          

                                            Paquito Natillas

                                            es de pasta flora

                                            y mea en cuclillas

                                            como las señoras


La infelicidad de la vida conyugal abocó a Isabel a buscar fuera del matrimonio lo que no encontraba en él. Fueron numerosos los amantes y favoritos que se le atribuían a la reina y en los mentideros de la corte y en los corrillos de Madrid se decía que ninguno de los 11 hijos que había engendrado la reina tenía como padre a Paquito. 



A pesar del fracaso matrimonial Francisco de Asís intentó ejercer su influencia en palacio y en la política.Parece ser que, auspiciado por él, una oscura camarilla formada por los sectores más conservadores y por confesores reales como los padres Claret y Fulgencio junto con estrambóticos personajes como sor Patrocinio "la monja de las llagas" rodearon y mediatizaron la política de la reina. 


Los progresistas, marginados del poder, recurrieron a la vía de los pronunciamientos y de la insurrección. En este clima político tan turbulento, la corrupción también hizo acto de presencia y todo ello culminó con la Revolución de 1868 , denominada La Gloriosa, y con la expulsión de los Borbones 


Cuando estalló la Revolución  los reyes se encontraban en San Sebastián y marcharon a  Biarritz donde recibieron la protección de Napoleón III y de Eugenia de Montijo. Terminaron instalándose en París, donde Isabel acabó comprando, para su residencia,  el palacio Basilewski al que, dado ese sentimiento tan castizo que siempre tuvo la reina, rebautizó como Palacio de Castilla. 



Tras las negociaciones pertinentes  Isabel y Francisco llegaron a un acuerdo sobre la cantidad económica que Isabel debía pasar a su consorte y a partir de ese momento sus caminos se separaron.


Francisco, acompañado de su intimo amigo  Antonio Ramos de Meneses, se dedicó a viajar por toda Europa. El rey consorte,  preocupado por la discreción adoptó, en su afán de viajar de incognito, el titulo de duque de Moratalla.  Entre viaje y viaje iba fijando su residencia en distintos lugares de Paris. La relación entre estos dos hombres, nunca fue aclarada aunque a decir de algunos eran amantes más que amigos. En 1875 Alfonso XII, que acababa de ser proclamado rey de España, concedió a Antonio Ramos Meneses el titulo de Duque de Baños.


En 1881 Antonio murió y Francisco de Asís decidió retirarse a un palacete que había adquirido para él, en calidad de usufructuario, su hijo Alfonso XII. La residencia se encontraba en Épinay-sur-Seine, y  era conocida como el "château du Roi François”.



Desde aquel momento D. Francisco de Asís desapareció de las criticas sociales y decidió  vivir con tranquilidad dedicado a sus lecturas  a sus colecciones y a pasear. Los viajes se redujeron a tan sólo los de compromiso familiar y ya lejos de las intrigas y de los escándalos que antes tuvo que soportar, y que todavía en esos años protagonizaban algunos miembros de su familia, fue ganando  poco a poco el respeto que siempre se le negó. 


Durante esos años llegó a tener una buena relación con su esposa, la destronada Isabel II y con los 5 hijos que llegaron a la edad adulta de los 11 habidos en su matrimonio con la reina de España: Isabel, Alfonso, Pilar, Paz y Eulalia.


A principios de 1902 Francisco sufrió una aparatosa caída y desde entonces no volvió a andar. Los habitantes Épinay-sur-Seine le veían a veces sentado en una silla de ruedas que empujaba  Rafael Palomino, su fiel secretario y jefe de su casa, y que solía parar bajo los rayos del sol.



La mañana del 13 de abril de ese mismo año, se dio aviso al Dr Pierre St-Clair Moribot, puesto que D. Francisco presentaba fiebre y un deterioro de su estado general. El  Dr encontró además de fiebre, disnea y  liquido en el pulmón izquierdo. El diagnostico fue sombrío: pleuroneumonía.


Los telegramas empezaron a llegar desde todas partes de Europa pero cuando se vio llegar a Isabel II acompañada de su hija, la infanta Eulalia, y se supo que la infanta Isabel, La Chata, llegaba desde Madrid todos tuvieron la certeza de que el fin se aproximaba.


Como suele suceder, antes de la muerte se produjo una ligera mejoría que sirvió para que Isabel II y Eulalia viajaran a Paris para recibir a la infanta Paz que venía desde Munich pero, como también suele suceder, la mejoría duró poco y a las cinco de la tarde se recibió en el palacio de Castilla la llamada de Rafael Palomino informando que D. Francisco estaba peor.


Monseñor Lorenzelli, nuncio apostólico del Santo Padre en Francia, acudió a Épinay para darle la extremaunción y finalmente a la doce y cincuenta y cinco minutos de la madrugada del 17 de abril D. Francisco de Asís de Borbón y Borbón-Dos Sicilias dejo de respirar. Sujetaban sus manos la infanta Isabel y Rafael Palomino.


Los historiadores  no han sido benevolentes con el rey consorte  puesto que muchos de ellos le han considerado  un hombre intrigante, ruin y avaricioso, que aspiraba a mandar, a aplicar sus ideas integristas y que era contrario a todo lo que significara liberalismo.


D. Francisco se vio envuelto en confabulaciones, intrigas y complots porque todo valía entre los políticos moderados y progresistas en aquellos turbulentos años en los que España  intentaba modernizarse.


Francisco de Asís fue denigrado y vilipendiado a través de numerosos libelos que hablaban de su supuesta homosexualidad, de sus  posibles defectos físicos, de su debilidad. Machacado con apodos como Paquito Natillas o Paquito Mariquito. Cancioncillas, versos  y caricaturas en  revistas satíricas como "los Borbones en pelotas" que lo tildaban de cornudo y de ser un personaje patético. Cuesta imaginar la fortaleza psicológica que hay que tener para no sucumbir a todo ello y continuar con su labor de mecenazgo de las artes, faceta ésta de la que nadie hablaba.


A su muerte se decretó  en España un mes de luto nacional y sus restos mortales fueron trasladados al Panteón de los Reyes del Monasterio de El Escorial.














lunes, 16 de septiembre de 2024

María II de Inglaterra

 








María nació en el Palacio de St. James de Londres en 1662, dos años después de que su tío, Carlos II Estuardo, regresara a Inglaterra para volver a ceñir la corona que Cromwell había arrebatado a su padre, Carlos I, tras ordenar que fuera decapitado. Junto al nuevo rey regresaba  también el padre de María, Jacobo, duque de York, que aunque en aquel momento era el heredero de la corona nada hacía presagiar que llegaría a ocupar el trono puesto que Carlos II era joven y, por tanto, cabía  esperar que procreara un montón de niños.


La madre de María era Ana Hyde, hija del conde de Clarendon, primer ministro del nuevo rey, y aunque la pareja tuvo ocho hijos tan solo María y su hermana menor Ana llegarían a la edad adulta. 


El rey Carlos II no lograba que su esposa, la católica Catalina de Portugal, engendrara un hijo y aunque había conseguido dejar embarazadas a la mayoría de sus numerosas amantes el esperado heredero no llegaba. El rey terminó por considerar que, probablemente, su hermano Jacobo, que en aquel momento era su heredero, acabaría por reinar en Inglaterra cuando él muriera y teniendo en cuenta que el duque de York y su esposa se habían convertido al catolicismo y que sus súbditos no estarían dispuestos a consentir que un católico ciñera la corona decidió que sus sobrinas, sobre todo María que era la mayor, fueran educadas en la fe anglicana y bajo su supervisión.


Jacobo II junto a su esposa e hijas


Para alejar a las niñas de la influencia católica de sus progenitores se las  trasladó a Richmond Palace, quedando al cuidado de la institutriz Lady Frances Villiers aunque, como es lógico, hacían visitas esporádicas a sus padres. La educación de María fue un poco más estricta que la de su hermana, con tutores privados que le enseñaron francés y religión además de danza, música , dibujo y todas aquellas materias que una dama debía saber. Ignoramos si la instruyeron en política, economía, relaciones internacionales y todos los conocimientos que podrían llegar a ser necesarios a una heredera al trono.


Cuando apenas contaba quince años, María, que se había convertido en una agraciada joven pues era alta, de grácil figura, larga melena y  piel  blanca y suave recibió una proposición de matrimonio. Su primo Guillermo, Príncipe de Orange y  Estatúder de Holanda,  que era hijo de la hermana de su padre y doce años mayor que ella, había puesto los ojos en su persona, probablemente, no tanto por su hermosura como por  intereses políticos. La protestante Holanda con Guillermo a la cabeza había firmado la paz con Inglaterra tras años de guerra e interesaba a Guillermo consolidar esta posición, sobre todo teniendo en cuenta que el rey de Inglaterra, Carlos II, continuaba sin hijos legítimos a los que dejar el reino.  


La boda se celebró en noviembre de 1677 y parece ser que María lloró desconsoladamente durante los días previos a su celebración e incluso el mismo día. No es de extrañar si pensamos en la poca edad de la princesa y en el aspecto del que iba a ser su esposo: de baja estatura ( María le sacaba 12 cm), encorvado, con dientes negros, nariz aguileña y además para que nada faltase a su natural atractivo, era de carácter malhumorado y taciturno. No era el príncipe azul con el que soñaba cualquier niña sino más bien una rana que no iba a cambiar de aspecto por muchos besos que ella intentara darle. Es de suponer que a la pobre María le costaría contener las lágrimas durante la "ceremonia del lecho" - aquella terrible costumbre de demostrar públicamente que el matrimonio se había consumado - a la que asistió toda la familia real incluido su tío el rey.


Guillermo, Príncipe de Orange


María se trasladó con su esposo a los Países Bajos y, para que no le faltaran motivos a la recién casada para sentirse desgraciada, la travesía fue espantosa. Un agitado mar la tuvo mareada durante todo el trayecto y además Rotterdam estaba cubierto de hielo y por lo tanto inaccesible. Tuvieron que desembarcar en un pequeño pueblo desde donde, y a través de los helados campos, fueron llevados hasta el palacio de  Huis Honselaarsdijk. La entrada oficial en La Haya la hicieron días después procesionando por la ciudad para ser vistos por todos  los ciudadanos que estuvieran dispuestos a desafiar al frío para conocer a la nueva princesa.


María era animada por naturaleza y también amable por lo que se ganó el afecto de los neerlandeses. No ocurrió lo mismo con su esposo que se mostraba hosco, frío y distante. Guillermo, como era de esperar, cumplió con sus obligaciones maritales y dejó embarazada a su esposa en varias ocasiones. Por desgracia las gestaciones acabaron en abortos y la ausencia de hijos fue la mayor fuente de dolor para María.


Cuando en 1685 muere Carlos II, el padre de María se convierte en rey de Inglaterra e Irlanda como Jacobo II y en rey de Escocia como Jacobo VII. Dado que Jacobo no había tenido hijos varones y que María era la mayor, quedaba claro para todos que solo ella era la legítima heredera, algo que tenía a su esposo muy contento. Guillermo se veía ya como rey de Inglaterra: estaba casado con María, era nieto de Carlos I y además era protestante.


Los católicos no eran bien tolerados en la Inglaterra del siglo XVII y como consecuencia tampoco Jacobo contaba con la simpatía y el cariño de sus súbditos ingleses. Cuando en 1688 la pareja real tuvo un hijo varón, Jacobo Francisco Eduardo, la consternación hizo temblar al Parlamento de Londres. Los rumores de que el pequeño príncipe sería educado como católico y de que Jacobo II planeaba volver a convertir Inglaterra en un país de esa religión corrían de boca en boca, y las sospechas de que tal plan fuera a llevarse a cabo se veían incrementadas cada vez que el rey nombraba a católicos para ocupar puestos clave del poder. El descontento aumentó cuando Jacobo II, que era un rey autoritario, suspendió al obispo de Londres -  anticatólico declarado - y promovió la " Declaración de indulgencia" como primer paso para restablecer la libertad de culto en Inglaterra. 




Tras el nacimiento del hijo varón del rey los ingleses ya no estuvieron dispuestos a esperar a que Jacobo muriera tranquilamente en su cama y un grupo de siete protestantes se dirigieron al extranjero en busca de soluciones. Así empezaría la llamada Revolución Gloriosa.


Guillermo de Orange, el esposo de María, la heredera hasta el nacimiento de su hermano, era la opción más lógica para sustituir a Jacobo II. Guillermo aceptó la invitación de los protestantes y se lanzó a la invasión desembarcando en Devon en noviembre de 1688. Sin aliados que le ayudaran Jacobo intento huir pero fue apresado. Guillermo, sintiéndose magnánimo, permitió que su suegro abandonara Inglaterra para refugiarse en Francia con su familia. El Parlamento registró la huida de Jacobo como una efectiva abdicación del rey.


La transición no fue fácil, la Cámara de los Comunes quería un gobierno conjunto de Guillermo y María y la Cámara de los Lores deseaba  que María gobernara en solitario para preservar la sucesión. A esta opción se negó  Guillermo que, dado su espíritu ambicioso, amenazó con marcharse y sembrar el caos. Finalmente el Parlamento decretó que ambos gobernarían conjuntamente. En abril fueron coronados en la Abadía de Westminster como Guillermo III y María II de Inglaterra.


Esta  Revolución Gloriosa - llamada así porque la violencia había sido mínima - supuso una autentica revolución política. En 1689 el Parlamento aprobó la "Declaración de derechos"  que tuvo como consecuencia que el sistema de gobierno pasaría a ser el de una monarquía constitucional. El Parlamento, a partir de ese momento, se constituiría  en  la máxima autoridad  tanto en la aprobación de leyes como en la recaudación de impuestos. En el documento también se especificaba la linea de sucesión que quedaría de la siguiente manera : tras la muerte de Guillermo o de María el sobreviviente seguiría reinando y serían herederos del Reino los hijos de ambos. En ausencia de los mismos lo sería Ana, la hermana de María, y después los hijos que ésta tuviere. Así pues en el ultimo lugar de la sucesión estarían los hijos que Guillermo hubiera podido tener de un matrimonio posterior a su viudez, caso de que ésta se produjera.




Ese mismo año Guillermo y María compraron  una mansión a un comerciante  en una de las zonas suburbiales de Londres : Notting Hill. La reconstruyeron y la transformaron en el Palacio de Kensington. María supervisó personalmente los jardines alrededor del palacio y además añadió huertos e hizo plantar naranjos en ellos. Esta residencia se convirtió en la favorita de la real pareja.


Guillermo estaba muy a menudo ausente de Inglaterra, bien luchando contra los jacobitas ( partidarios de Jacobo II) en Irlanda, bien en los Países Bajos luchando contra la católica Francia. Durante los periodos en los que su esposo estaba en Inglaterra María se dedicaba a las cosas que parecían interesarle, como la jardinería, el coleccionismo y sobre todo a intentar mejorar el estado moral de sus súbditos. Apoyó la creación de la Sociedad para la Reforma de las Costumbres pretendiendo de ese modo que disminuyera la embriaguez, la prostitución y que se respetaran los domingos. También se involucró en los nombramientos de Obispos y Arzobispos de la Iglesia Anglicana. La fundación del enorme Hospital Real de Greenwich en 1692, creado para atender a los marineros heridos en las batallas, fue otro de sus logros. Esta   humanitaria y piadosa faceta  de María gustaba mucho a sus súbditos protestantes que, tras tres reinas  extranjeras y católicas, celebraban el hecho de que su actual monarca fuera  inglesa y protestante.


 



Durante las ausencias de Guillermo María se trasformaba  ya que era a ella a quien correspondía ejercer el poder real y parece ser que era una gobernante firme a la que no le temblaba el pulso aunque tuviera que enfrentarse a su propia familia.


La real pareja consiguió que la ausencia de amor se trasformara en una amistad firme y duradera a pesar de las notorias infidelidades de Guillermo, a quien se le contabilizaron algunas amantes. Si bien no había romanticismo en el matrimonio, los reyes lograron formar un buen equipo en lo político. Hasta el punto de que Guillermo llegó a decir que " Él debía conquistar enemigos y ella debía ganar amigos" (Starkey). La ausencia de hijos fue, tal vez , la mayor frustración que sufrieron ambos.


En 1694 una epidemia de viruela sembró de luto Inglaterra, se contabilizaron mas de 1300 víctimas reconocidas y entre esas víctimas estaba María. A pesar de su juventud, de su aspecto saludable, de sus frecuentes caminatas entre los palacios de Whitehall y Kensington y de los cuidados del eminente médico real John Radcliffe, la enfermedad se cebó en ella con especial virulencia hasta causarle la muerte.


María II murió en la mañana del 28 de diciembre de 1694, un día tan gélido que hasta el Támesis apareció congelado. Tenía 32 años.


María reino durante poco más de cinco años. Durante éste tiempo consiguió el cariño y el respeto de la mayoría de los protestantes pero no sucedió lo mismo con los católicos y los jacobitas que la consideraron una usurpadora que había ido contra la voluntad de su padre y por lo tanto había pecado contra el quinto mandamiento. Algunos llegaron a decir que la ausencia de hijos era en realidad un castigo de Dios. 


Es difícil llegar a comprender los sentimientos de una adolescente que con apenas quince años es obligada a casarse en contra de su voluntad, a dejar todos sus vínculos familiares, a adquirir nuevas costumbres y hábitos, a tener que  aprender a explorar los gestos y las miradas de quienes la rodean para poder analizar y encontrar a sus enemigos, a encallecer sus sentimientos en pro de lo que en su día le dijeron que era su deber.


María II fue embalsamada y enterrada en marzo de 1695 en la  Abadía de Westminster. A su funeral acudieron todos los miembros de ambas Cámaras del Parlamento. Durante la ceremonia se pudo escuchar "Música para el funeral de la reina María", compuesta por Henry Purcell, organista de la Capilla Real y uno de los mejores compositores ingleses.